Las motos son la columna vertebral de la economía urbana en América Latina.
En las ciudades latinoamericanas, las motocicletas se han convertido en protagonistas silenciosas de la vida urbana. Más que una solución de movilidad personal, hoy son un instrumento de desarrollo económico-laboral y una pieza primordial de la cadena de suministro.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (2022), su presencia se consolidó inicialmente como respuesta a la falta de transporte colectivo confiable. Desde Ciudad de México hasta Lima, de São Paulo a Caracas, las motos transportan personas, medicamentos, alimentos y documentos, y cumplen un papel preponderante en la eficiencia de la economía urbana sin depender del transporte público.
Un
fenómeno regional con impacto económico.
América
Latina registra un crecimiento notable del parque de motocicletas. En Colombia
se duplicó en menos de una década. En Perú, las ventas crecieron más del 60%
tras la pandemia. Y en Venezuela, los registros oficiales señalan que, en
2025, hay más de un millón circulando por las calles de sus ciudades.
Este aumento no solo
refleja un cambio en la movilidad personal, sino también la expansión de la
economía digital y del delivery urbano,
que conecta consumidores y negocios con una eficiencia inédita.
El auge
del reparto urbano ha redefinido por completo el rol de las motos. En Brasil,
iFood emplea a más de 200 000 repartidores. En Colombia, Rappi se ha
consolidado como una de las principales plataformas de trabajo y de ingresos
independientes, y en Venezuela, cadenas como Farmatodo desarrollan redes
propias de entregas en moto.
En este
contexto, la motocicleta se ha convertido en un instrumento de desarrollo
económico y laboral que facilita el comercio y la distribución de bienes
esenciales en entornos urbanos.
Empleo
motorizado y formalización parcial
El impacto laboral del
fenómeno es innegable. Hay estimaciones de que, en 2024, más de 200 000
motorizados se habrían incorporado al sector del delivery en
Venezuela y serían ya más de 300 000 trabajando
como repartidores.
Estas
cifras reflejan la capacidad del comercio electrónico para generar empleos con
ingresos que superan el salario mínimo, incluso en medio de la crisis económica .
Sin embargo, el
crecimiento del empleo motorizado también pone en evidencia las tensiones entre
formalidad e informalidad laboral en Venezuela. Los repartidores operan bajo
contratos de prestación de servicios, sin derechos plenos, lo que crea una
formalización híbrida : van
uniformados, tienen seguros (parciales) y rutinas fijas, pero no estabilidad ni prestaciones completas .
Un fenómeno similar se
observa en otros países de la región. En Perú, el Ministerio de Trabajo evalúa
normativas para trabajadores digitales dependientes de plataformas de entrega ; en
Brasil, el debate sobre los motoboys de
plataformas como iFood llegó al Congreso, y en Colombia, asociaciones de
motorizados exigen su inclusión en la seguridad social.
En
Venezuela, el fracasado intento de regular el sector ilustra
la complejidad del tema y muestra la urgencia de que haya políticas coherentes
que reconozcan el valor económico y social del trabajo motorizado.
Motos: la
infraestructura invisible de las ciudades
Más allá
del reparto, las motocicletas se han convertido en una infraestructura
invisible que mantiene a las ciudades en movimiento. Conectan negocios y
clientes, sostienen el comercio electrónico y facilitan la circulación de
bienes primordiales en zonas congestionadas o con transporte público limitado.
Gracias a
ellas, millas de familias logran ingresos y las urbes mantienen su ritmo
económico diario. Este papel, a menudo ignorado por la planificación urbana, ha
permitido la continuidad de servicios críticos en contextos de crisis o
congestión.
Al mismo tiempo,
las motos han permitido la inclusión de sectores tradicionalmente vulnerables
en la economía, ofreciendo opciones de empleo flexibles y adaptables. Sin
embargo, este modelo plantea nuevos desafíos para la seguridad vial, la
planificación urbana y la sostenibilidad ambiental.
Hacia una
movilidad productiva y sostenible
El gran
reto regional consiste en reconocer a los motorizados como una parte importante
de la economía y la movilidad urbana. Integrarlos en las políticas de seguridad
vial, transición energética y protección social es necesario para avanzar hacia
un modelo de movilidad productiva y sostenible.
La Organización Internacional del Trabajo (2021)
ha señalado que los países que han logrado regular con éxito este tipo de
empleo no lo han hecho restringiendo las motos, sino garantizando que tengan
condiciones seguras, eficientes y sostenibles.
La
electrificación de flotas y la creación de infraestructuras seguras para las
motocicletas podrían reducir los siniestros viales y las emisiones,
consolidando un modelo más responsable de transporte urbano.
Medidas
como incentivos a la electrificación, educación vial específica, seguros
adecuados y la generación de datos abiertos sobre el empleo motorizado son
pasos trascendentales para transformar la movilidad productiva en una movilidad
digna.
Cierre
En
América Latina, las motocicletas han pasado de ser un recurso individual de
movilidad a convertirse en un componente estructural de la economía urbana. Su
combinación de eficiencia logística y flexibilidad laboral redefine la
movilidad, el trabajo y la planificación de las ciudades.
Reconocerlas
como parte de la infraestructura económica es fundamental para diseñar
políticas de transporte, seguridad y sostenibilidad que respondan a las
verdaderas dinámicas de la vida urbana contemporánea porque, al final, buena
parte de la economía latinoamericana sigue moviéndose –literalmente– sobre dos
ruedas.
The Conversation / : Directora Centro de Investigación y Desarrollo de Ingeniería, Universidad Católica Andrés Bello.

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